La diabetes es una enfermedad crónica que se caracteriza por niveles elevados de glucosa (azúcar) en la sangre. Existen varios tipos, siendo los más comunes:
– Diabetes tipo 1: Una condición autoinmune donde el cuerpo no produce insulina.
– Diabetes tipo 2: Ocurre cuando el cuerpo no utiliza la insulina de manera efectiva. Es más común en gente adulta y está relacionada con el estilo de vida.
– Diabetes gestacional: Se desarrolla durante el embarazo y generalmente desaparece después del parto, aunque aumenta el riesgo de diabetes tipo 2 más adelante.
Dicha enfermedad puede provocar diversas complicaciones, entre las que se incluyen:
– Enfermedades cardiovasculares: Mayor riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.
– Daño renal: Puede derivar en insuficiencia renal.
– Problemas en la vista: Aumenta el riesgo de cataratas y retinopatía diabética.
– Neuropatía: Daños en los nervios que puede causar dolor, entumecimiento o debilidad.
– Problemas en la piel: Infecciones y problemas de cicatrización.
– Complicaciones en los pies: Úlceras e infecciones que pueden llegar a requerir amputaciones.
Una alimentación adecuada es fundamental para el control de la diabetes ya que contribuye en:
– Regulación de los niveles de glucosa: Consumir carbohidratos de absorción lenta y ricos en fibra ayuda a mantener el nivel de azúcar estable en sangre
– Control del peso: Una dieta equilibrada puede prevenir el sobrepeso y la obesidad, que son factores de riesgo para la diabetes tipo 2.
– Prevención de complicaciones: Una buena alimentación puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y otros problemas asociados.
Como conclusión podríamos decir que una dieta variada y saludable, rica en fibra, frutas, verduras, grasas saludables y proteínas, juntamente con la realización de actividad física de forma regular y evitar hábitos tóxicos (tomar alcohol, fumar…) ayuda en gran medida a prevenir y tratar la diabetes mellitus.